miércoles, 18 de febrero de 2009

CONSPIRACION

El historiador Richard Hofstadter, en su ensayo "El estilo paranoico en la Política Americana", argumenta que muchos de sus colegas "imaginan muy a menudo la existencia de una vasta o gigantesca conspiración como la fuerza motivadora de fondo en los acontecimientos históricos.
¡La realidad es que la historia misma es una conspiración!".
Durante muchos años, la teoría de la conspiración ha sido sistemáticamente despreciada por gran parte de los historiadores norteamericanos de cierta relevancia y, desde luego, por la práctica totalidad de los europeos. Para estas mentes analíticas y eruditas, la existencia de uno o varios grupos de seres humanos empeñados en trabajar en la sombra, durante largos períodos de tiempo y siguiendo planes cuidadosamente trazados, para hacerse con el poder es poco menos que un argumento de una niovela fantástica o de una serie de televisión de entretenimiento.
Por supuesto, la primera labor de cualquier conspiración es convencer al resto de la sociedad de que no existe conspiración alguna.
El caso es que, con su actitud, contagiaron a la mayoría de la sociedad persuadiéndola de que los villanos de película que pretenden convertirse en una especie de reyes del planeta (sin explicar nunca para qué) eran simple fruto de la imaginación de guionistas y escritores. Además, siempre quedaría en alguna parte el agente 007 o el Indiana Jones de turno para desbaratar sus planes.
Conspiración no es una palabra políticamente correcta en España, donde hasta hace poco se asociaba a la coletilla judeomasónica, tan utilizada durante el franquismo.
Sin embargo, los brutales atentados del 11-S de 2001 y el 11-M de 2004 han conmocionado muchas conciencias, porque, pese a las investigaciones políticas, judiciales y periodísticas, quedan demasiados puntos oscuros.
Los ciudadanos de todo el mundo han podido comprobar que las redes conspiratorias son mucho más sucias, complejas e inquietantes de lo que se creían. Y que al frente de las mismas no hay un Señor del Mal, tirando de todos los hilos, sino que las responsabilidades se difuminan, se pierden, se deshacen en una maraña de datos y apuntes contradictorios que parece sugerir la existencia de grupos más o menos amplios de conjurados.
Internet, el único medio de comunicación del planeta donde todavía cualquier persona puede publicar lo que desee, se ha convertido en los últimos tiempos en un hervidero de opiniones, informaciones y desinformaciones que demuestra la cada vez mayor desconfianza del ciudadano común en las instituciones oficiales, así como su creciente interés por conocer que hay de cierto detrás de las teorías conspiratorias.
A estas alturas, hay dos opciones. La primera es, en efecto, bajar los brazos. Total, nuestro destino está predestinado, así que limitémonos a vivir alegre y despreocupadamente.
La segunda parece más honorable: mientras hay vida, hay esperanza. Luchemos, pues, por cambiar el estado de cosas, cada cual a su manera y a cada uno le corresponde reflexionar sobre la mejor manera de hacerlo.
Asumamos nuestra responsabilidad personal sobre la base de que las conspiraciones sólo pueden operar en la oscuridad, cuando la mayoría de las personas las ignora. El mero hecho de sacarlas a la luz las debilita y puede reducirlas a cenizas.
La gente no reacciona porque no sabe.
Ahora, amigos, nosotros sabemos.
(Fuente Paul H. Koch).

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